Cumbre de presidentes y vientos de nostalgia

El miércoles 29 va a dar inicio la XVIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno en San Salvador y mi oficina quedó en medio de la "reventazón". Nos van a tener encerrados en el caso que nos dejen entrar, y en la situación menos feliz, ni siquiera vamos a poder pasar.
El jueves y el viernes ya nos avisaron que no vamos a trabajar, pero la cosa más injusta del mundo, es que nos quieren descontar dos días de nuestras vacaciones anuales como si estuviésemos pidiendo algún permiso personal! Es realmente injusto.
Ya estamos viendo como nos manifestamos, pero mientras tanto, aquí hay un clima de incertidumbre y desconcierto...
Además, del miércoles nadie ha dicho nada. Se me hace que ni nos van a dejar pasar, ni vamos a poder salir temprano, ni nada. Y como si mis últimas dos semanas hubiesen estado bien, resulta que estoy viviendo en Lourdes otra vez!!! Ja!
Por suerte mi sobrino me cae bien y me ha sacado del rollo Murphiano en el que he estado metida.
Por cierto, ahora tuve que entrar al colegio donde él estudia a enseñar el talonario de pagos para que lo dejen examinarse, y me quedé un rato caminando por los pasillos y las canchas de basketball y sentí una ligera pero fugaz nostalgia por los años de uniforme y calcetín. Mi escuela era mixta. Esta solo de chavos. A esta altura del año, ya nos sentíamos de vacaciones y libres para jugar todo el día y levantarse súper tarde, andar en calcetines toda la mañana y comer tiradas en el sofá o en la cama...
El último día de clases nos manchábamos con pilot nuestras camisas y nos escribíamos cualquier cantidad de tonteras en nuestros "Chismógrafos" y en la parte de atrás de los cuadernos.
Era el mes de las piscuchas y los paseos interminables en El Cafetalón. Las salidas en bici hasta Los Chorros por la finca Victoria, que ahora es un laberinto de colonias feas y con nombres pretenciosos (Alpes Suizos I, Alpes Suizos II, Alpes Suizos III). Horrible.
Además por esos años, en mi colonia hacía muuuuucho frío. Amanecía nublado y con vientos huracanados... Las tormentas duraban mil horas y salían las tortugas que pasaban enterradas durante todo el verano.
Eran años en los cuales no teníamos que pedir permiso para ir a ninguna parte, solo decíamos "ya vengo mamá" y mi madre ni se enteraba. Entrábamos a la casa de nuestros amigos sin pedir permiso, solo preguntábamos adonde estaba y nos metíamos a la casa como si fuera nuestra.
Si salíamos a patinar o a jugar de cualquier cosa, no teníamos mayor vigilancia y nadie tenía miedo de los mareros ni de los conductores temerarios ni de todas las cosas de las que se temen ahora.
Regresábamos cuando calculábamos que ya era hora de cenar y mi papá estaba por llegar. Bien rico...
Encontré una foto de esos años dorados...

Yo soy la de falda azul y blusa celeste...

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