Internet y otras vainas

Desde el pasado fin de semana no hemos tenido servicio de Internet en mi oficina. Como no tengo computadora en mi casa, he estado escribiendo borradores para poder subirlos al blog posteriormente. Es increíble la forma en la que uno empieza a depender de estos aparatos y facilidades de comunicación. (Y justo ahora que ya abrí el blog¡).
Antes era impensable andar un teléfono en la calle, y ahora es impensable que alguien no tenga uno. Hasta mi sobrino de 6 años tiene un celular al que por cierto, ya le sabe todas las funciones mucho mejor que mi hermana (que lo utilizó dos años) o que yo. De seguro nuestros nietos no nos van a creer que crecimos sin un celular y nos van a hacer preguntas sinceras como: ¿y porqué no le llamaste al cel?, cuando les contemos las dificultades que tuvimos en la adolescencia para ponerse de acuerdo con alguien, por ejemplo. Obviamente los vamos a querer ahorcar como cuando mi hermano de 13 años le preguntó a mi padre porque no había fotocopiado un libro que no le quisieron regalar hace 50 años¡ mi papá casi lo fulmina con una mirada y le respondió que ni siquiera existía esa palabra.
Debo confesar que me he sentido mucho más libre ahora que no estoy encadenada a mis tres cuentas de correo electrónico y al sonido inconfundible cuando te llega un mensaje. Pero eso no quita que me esté empezando a sentir muuuuy ansiosa por ‘conectarme con el mundo’ y ver que ha pasado en el ciber-espacio. Hasta he considerado irme a trabajar en la tarde a un ciber-café. Espero que los técnicos aparezcan de una vez y que eso no sea necesario…

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